Revoltijo

Has puesto mis palabras boca arriba
y boca abajo,
y las has mezclado,
y desordenado.
Has revuelto mi mente y mis sentidos,
los has despertado,
he sucumbido.

De mis labios han salido mis anhelos:
de tus ojos, de tus manos,
de tus besos,
de tu risa,
de todos tus te quiero.

Has tirado así de mi lengua,
como si con un hilo pudieras
sacar mi corazón y dejarlo en la mesa,
leerlo como si fuera un libro,
y a ciegas pintarle mariposas,
hasta hacerle sentir correspondido.

La valentía del desconocido

Tus ojos ascienden por mis tacones,
que repiquetean en el suelo anunciando mi llegada,
y recorres mis piernas deteniéndote,
imaginando qué llevo debajo de la falda.

Tardas en fijarte en mis palabras,
contemplando mi rostro y mi cuerpo por entero,
cuesta hacer que retengas mi nombre,
pues lo cambias a placer, de bombón a cielo.

Preguntas banales se escapan de tus labios,
como si no quisieses escuchar mis respuestas,
solo me observas, sopesando mis reservas,
convenciéndote de que no me haré la estrecha.

Te detengo cuando llegas demasiado lejos,
quizá debería haberte parado antes,
pero mi educación, pensé, que podría a tu ego,
ahora veo que para callarlo es muy tarde.

Tú te enfadas, yo decido marcharme,
tú me insultas y yo guardo silencio,
con esa actitud no irás a ninguna parte,
mi corazón se acelera en mi pecho.

Oigo tus pasos ir tras de mí, llamándome,
yo recuerdo la foto en tu escritorio,
de ese chico sonriente, de tu hijo, y solo pienso
en que ese niño pueda albergar tu mismo odio.

Tu mano en mi brazo hace que finalmente me gire,
me obligas a encararte para seguir menospreciándome,
y una voz, tan cerca que me hace estremecer
te aparta de mí con un: ¿no ves que le haces daño?

Un pequeño gesto de alguien que no me conoce,
una ayuda de quien cree que no soy menos,
con un poco de valor se puede hacer tanto,
se aleja sabiendo que ha hecho lo correcto.

Con el rostro colorado, te vuelves a tu despacho.
Yo procuro respirar, recuperar mi compostura,
con el estómago ardiendo de rabia y tristeza,
porque quizá a nadie más le importe, solo soy una.

Para Fiyero

Sin buscarlo y sin pensarlo,
andando por este camino al que llamamos vida.
Sin razón y sin sentido,
llegué a ti siguiendo mis baldosas amarillas.

Y mi mundo pequeño,
plagado de matices y de estrambóticas fantasías
fue haciéndose más grande,
consistente, me descubriste nuevas maravillas.

Ya no hay magos que perturben mi mente,
esa que a veces se da la vuelta y se oscurece,
que cree ver leones cobardes y niñas en globo,
ahora estalla en colores si te mira a los ojos.

Ya no hay casas arrancadas por vientos violentos,
ni miedo ante los huracanes que el cielo traiga,
has desplegado tus alas como si fuera magia,
iluminando mi piel al estar cuerpo con cuerpo.

Ya no hay brujas verdes, ni malvadas hadas,
me has puesto los zapatos rojos para ahuyentarlas,
y este poema, como un conjuro, es un anhelo
porque a veces se queda corto decir un simple te quiero.

Mis certezas

Tengo un te quiero en la garganta,
rebotando en las paredes
y dividiéndose como un fuego artificial.

Tengo las ganas de quererte multiplicándose en mi estómago
y lanzando luces de neón de lo que te quiero abrazar.

Tengo tantos besos con los que recorrer tu piel
que dudo que jamás me llegue a cansar.

Tengo mis manos temblorosas
deleitándose con el pensamiento de volverte a tocar.

Tengo el corazón en llamas,
henchido,
orgulloso de poderte amar
y ser correspondido.

Tengo la certeza del destino,
del camino que nos une,
tanto del tuyo como del mío.

Eurus

Juguemos a un juego, a uno de esos que a mí me enloquecen y a ti te ponen de los nervios.
Juguemos a que he encerrado dentro de mí un secreto, uno oscuro y siniestro.
Finjamos que mis costillas son la caja fuerte, y la llave un desgastado hueso.
Finjamos que alguien puede perecer si no lo desvelas, si no abres mi cuerpo.

Mantienes fija tu mirada, sin comprender, pero ya irás comprendiendo.
Mantienes tensa la mandíbula, pues se va haciendo hueco un pensamiento.
Y te adelantas, llamándome loca, al fin hablas mostrándote no tan cuerdo,
Y me golpeas contra la pared, con tu mano en mi garganta, levantándome del suelo.

Me miras con tu corazón frenético latiendo en mis oídos, alborozando mi pecho.
Me miras con la determinación de matarme, de lanzarme por los cielos.
Pero no sabes aún que ya eres mío, que eres parte de mi juego.
Pero no sabes que en realidad, soy yo quien está agarrando tu cuello.

Año nuevo

Dieron gracias al tiempo, al sol que les iluminaba,
a la primavera, que con su manto, su amor ocultaba.
Maldijeron septiembre y el otoño, las hojas que se secaban,
el manto, que de tanto esconderse, al final perdió su magia.

Maldijeron ser descubiertos y arrastrados a no verse,
y a las manos que alzaron muros, cárceles de meses.

Aquel día que acababa el año, acababan también sus vidas,
marchitadas por el dolor y sus recientes heridas;
abiertas por siempre, aunque pasaran cien años,
que un amor es eterno, aunque comience en verano.

Jamás cambió la suerte, y maldijeron su destino,
no cerraron sus puertas por si cambiaba su sino,
pero el tiempo, imparable en su avance, seguía su ritmo,
y los encontró en diferentes años y diferentes caminos.

A uno se lo llevó de pena, de los agujeros en su alma,
a ella de las arrugas que, una tras otra, inundaron su cara.

Traspasar muros

De una vez por todas, al fin,

el latido de la vida que me llama,

la piel que busca otra piel por el placer,

la sonrisa en mi comisura que no se quita.

 

Un segundo de felicidad merecida,

mi boca callando pensamientos en tu boca,

una caricia simple en unos labios ansiosos,

un sentimiento firme cuando se cerraron mis ojos.

 

Con suavidad, lento,

que no pase el tiempo.

El tacto de un deseo liberado,

un sueño cumplido:

Tu beso dado, el mío devuelto.

Pisar hojas en otoño

De otoño sus pestañas volaban abrazando cada recuerdo,

cada paso dado y olvidado, desandaba, al inicio de nuevo,

las palabras ya dichas resonaban en aquellos labios, en un eco

el camino se manchaba de perfume, de tacto y anhelo.

 

Sus ojos, que eran calma y madera, que los llamaba casa,

la hoguera que eran sus manos, aún calientan mi alma

y cosen con el hilo de la magia las escenas ya vividas

restaurando una historia de amor y tristeza desmedida.

Locura azul

Estoy cansado de esta luna verde
De este inmenso cielo color salmón
Del sol, que ilumina con luz mortecina
Del azul gastado de mi corazón.

Siento que lo grande se hace pequeño
Que lo que es doble, se vuelve la mitad
Mis percepciones se diluyen sin tu risa
Mis colores distorsionan mi realidad.

Sin tus manos amarillas, como el vino
Sin tus labios almibarados al querer
Tus dientes muerden mi apetito
Y desgarran tu ausencia en mi piel.

Esta demencia solo tiene una cura
Son tus ojos para ver de verdad
Cada matiz y tono como es debido
Cada medida exacta, sin deformar.

En mi confusión ya no me pierdo
Si tú eres quien guías mi caminar
Porque tú ordenas mis sentidos
Con esa manera de amar.