Frozen

Hacía tanto frío que la ciudad entera terminó congelada. Los habitantes temblaban y se abrazaban mientras sus dientes castañeaban. Los niños lloraban porque no había suficientes pieles que les taparan. La primavera había sido maravillosa, pero el verano secó las flores y el invierno las enterró bajo mantos de nieve. Se escuchó un crujido que salió de los corazones en llamas de los aldeanos. Su fuego se había apagado y las grietas que se formaron acabaron anegadas de lágrimas que se solidificaron y terminaron por estallar.
Pero era una transición. Duraría un tiempo definido y después volvería a arder la tierra. Sabían que a pesar del frío, volverían a sentir calor. Sabían que podrían reconstruir sus vidas, armar una base más sólida que les permitiera soportar mejor el próximo invierno. Porque aunque por dentro se sintiesen incapaces de moverse, sabían que lograrían crear algo espléndido por su férrea voluntad. Volverían a arder. Porque no se puede hacer nada importante con sangre fría, solo el calor derrite el hierro y lo moldea.

Deja un comentario